jueves, 20 de octubre de 2011

literatura de terror

martes 14 de noviembre de 2006

Félix Reátegui sobre Toda la sangre

Toda la sangre, elogiable antología de narrativa peruana sobre la violencia, realizada por Gustavo Faverón ha suscitado una variedad de lecturas y puntos de vista disímiles. Félix Reátegui, gran amigo y lector diligente, no sólo escribe el epílogo de la antología sino que me acaba de mandar un texto en el que da mayores luces al respecto.

Culturalistas, revisionistas, negacionistas

Escribe FÉLIX REÁTEGUI

No resulta sencillo entender algunas de las reacciones que ha suscitado la antología de narrativa sobre la violencia, Toda la sangre, y en particular la introducción a ella escrita por Gustavo Faverón. El escritor Oswaldo Reynoso calificó este texto de tendencioso durante una presentación del libro, y ha repetido esa opinión en la Feria del Libro de Santiago. Pero no dijo con todas sus letras cuál era esa tendencia que le parecía objetable. Algo de ello dejó insinuado con el uso de términos como «guerra popular» y «presos políticos» para referirse al conflicto armado interno iniciado por Sendero Luminoso y a los presos de esa organización, respectivamente. Tendencioso por hablar de violencia política; tendencioso por traslucir una reprobación moral sin ambages al senderismo. ¿Soportará el adjetivo —tendencioso— ese contenido? Supongo que sí, si es que se finge hablar o escribir desde una cámara de vacío moral.
Un reseñador que escribe con seudónimo echa en cara al texto de Gustavo no se sabe exactamente qué. Si uno lee con paciencia hasta el final —hay que sortear, en el camino, un empleo un poco fetichista de términos como «prácticas discusivas», «instancias de emisión», «lugar de enunciación», «identidad textual», «postura enunciativa hegemónica»— puede intuir, más o menos, que el quid del asunto es éste: el prologuista ha incurrido en una irresponsabilidad intelectual al partir desde un marco teórico culturalista para llegar, al cabo, a sostener posturas favorables a una democracia universalista. El reseñador no termina de hacer explícita su postura —porque no quiere o porque se enreda en su esforzada hybris terminológica—: ¿estamos ante un presunto tropiezo intelectual de Gustavo: el no haber empleado bien su marco teórico? ¿O ante una postura política recusable: el no situar el desenfreno homicida senderista en un contexto histórico que lo absuelva de responsabilidad, o el no plantear la equivalencia moral entre el totalitarismo y el ciertamente injusto régimen democrático?
La primera posibilidad es iluminadora: echa luces sobre ciertos estilos de pensamiento bastante acartonados y, uno hubiera creído, ya dejados atrás, aquellos para los cuales un marco teórico no es tal —un ambiente para plantearse cierto tipo de preguntas y no otras; para plantear con una lógica determinada, y no otra, las relaciones entre ciertos fenómenos— sino un cajón de respuestas listas para usar. Según el reseñador, el apelar a Raymond Williams y a Edward Said (se le escapó, en su cacería onomástica, el nombre de Fredric Jameson, que también asoma por ahí sin estar escrito: hay que fijarse en las ideas, no en los nombres) debería haberlo conducido de la mano a un razonamiento y a una conclusión: el señalamiento de «las prácticas obscenamente abstractas y alienantes del Estado peruano». La pregunta sería, entonces, para qué darse el trabajo de pensar y de leer si todo ya está previsto en la teoría. Esta anécdota, creo yo, solamente ilustra la tenacidad del estilo de razonamiento de los pseudomarxistas de hace décadas: esos para quienes bastaba nombrar a Marx para saber qué decir sobre cualquier problema o circunstancia. Ahora, resulta que el culturalismo —que según cree el reseñador sustituye a la categoría de clase por la de cultura en el análisis del conflicto— es para ellos la fase superior del marxismo-harneckerismo. (Eso es lo malo de discutir con seudónimos: de repente me equivoco y el reseñador es un jovencito que jamás ha oído hablar de los clásicos de la editorial Progreso y que ha reinventado por sí solo la tradición del pensamiento ready-made. Datos en contra de esta hipótesis: el uso de la palabra supérstite, que ya era huachafa cuando la usaba el, por lo demás, excelente escritor José Carlos Mariátegui).
Desde luego, llegados a esto, ningún emprendimiento intelectual tendría que ser juzgado sobre la base de sus razones. El intelectual es sobre todo un guerrero. Vive bajo el hechizo de la «undécima para Feuerbach» (perdonen los que tengan menos de treinta y cinco años: son asuntos ya viejos). Y, por eso, la descalificación al prólogo de Toda la Sangre recala en dos momentos en lo siguiente: «para ser consecuente, Faverón no podía pasar por alto...»; «un crítico cultural consecuente extraería la explicación obvia...» (de pasada: si es obvia, ¿para que la tendría que extraer?). La palabra consecuente ya vive en los dos mundos: suena a propiedad lógica, pero está impregnada de pragmática: convierte su propia pragmática en lo lógico: es ideología. Pone en acto un oxímoron interesante: la militancia intelectual. Implica además un chantaje que, por fortuna, sólo funciona para los que tienen espíritu gregario: o eres consecuente o te vas. Hace décadas Lészek Kolakowski expuso magníficas razones para irse en su extraordinario, y en ese momento valiente, «elogio de la inconsecuencia».
El culturalismo —todavía no sé si el término es de uso habitual como equivalente de «estudios culturales»— sería entonces una estrategia de guerra. Y esa percepción, en apariencia, tendría alguna justificación. ¿No fue, acaso, Edward Said un guerrero cultural? Sí, claro; pero sus libros no nos enseñan qué decir sino qué preguntar: nos prometen un método de lectura. El crítico literario, que antecedió en Said al estudioso de la cultura, lo salvó del dogmatismo y permitió que su impugnación del etnocentrismo fuera una tarea creativa: ¿no son sus lecturas de Austen o de Conrad ejercicios interpretativos de primera fila, no son buenas lecciones de esa lectura línea por línea que reclamaba (el fascista) Pound? ¿No será que el crítico de la cultura debería tener como primer mandamiento el saber leer por sí mismo antes que preocuparse por ser consecuente?
Pero, si, como parece, al reseñador anónimo no le interesan tanto las ideas cuanto la derivación estratégica de éstas, ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando, según la reseña, de que no se debería «soslayar que la violencia de Sendero se superpone al proceso de disolución de los vínculos tradicionales familiares que la civilización europea y su avatar anglosajón han efectuado del modo más efectivo». O sea, una lectura adecuada del material literario sería la que apelara a ese historicismo rígido: Sendero Luminoso es el producto mecánico —y, por mecánico, ¿inocente? ¿necesario?— de la historia del Perú. Estamos hablando, también, de que, para ser correcta, una lectura de ese material tendría que poner al costado de cada mención de Sendero Luminoso una mención de los crímenes cometidos por el Estado peruano. ¿Para qué? ¿Para lograr una neutralización de los efectos?, ¿para escenificar en el texto otro de esos pactos de impunidad, de mutua absolución, que los actores armados suelen contraer después de haber utilizado a la gente como carne de cañón, pactos después de los cuales los sobrevivientes se ven obligados a votar por alguno de sus verdugos de ayer? Sólo de una manera muy interesada se podría decir que la antología y el texto que la precede toman algún partido por el Estado en cuanto agente violador de derechos humanos. Ni siquiera toman partido por él en cuanto representante de un orden social deseable. Dice Gustavo: «Los políticos peruanos han probado en el último proceso electoral que para ellos el fin de la guerra no es sino una autorización para volver al viejo orden, como si nada en absoluto hubiera sucedido». Si acaso, toma partido, creo yo, por los derechos de las personas, por eso que el reseñador llama despectivamente «ciudadanía occidental y moralidad universalista». Es, por lo demás, el mismo partido que evidentemente toma el texto que escribí como epílogo del mismo libro y que el reseñador ha encontrado interesante, cosa que agradezco y al mismo tiempo me desconcierta: ¿será, acaso, que lo que le molesta no es la moral universalista sino que desde el culturalismo se piense una moral universalista?
¿Desde qué punto de vista puede ser esa toma de partido deleznable? ¿Desde qué punto de vista analizar los colapsos provocados por Sendero Luminoso equivale a escribir desde «la cultura hegemónica opresora»? ¿Desde qué ángulo es que resulta objetablemente tendencioso llamar a la violencia, violencia, y no guerra popular?
Yo hubiera creído que más bien era cierto lo contrario. ¿Cómo llamamos a los asesinatos, a las masacres, al sometimiento de niñas a servidumbre sexual practicado por Sendero Luminoso? ¿Aceptamos todo eso en nombre del devenir histórico? ¿O las anulamos, como en una ecuación algebraica, poniendo a su lado los horrores imperdonables cometidos también por el Estado? Parecía imposible que alguien propusiera esto último; pero no hay que olvidar que tras un horror humanitario viene el reconocimiento y que muchas veces, tras el reconocimiento, vienen el revisionismo y el negacionismo. Los combates por la memoria tienen varios frentes, o tal vez sólo uno: el de los elitistas y los conservadores de derecha y de izquierda para los que la vida de cierta gente siempre valdrá menos que una robusta curva de utilidad marginal o que una frase con esdrújulas.

Marco MARTOS

Marco Martos

Marco Gerardo Martos Carrera
HPIM1026 - Copy.JPG
Marco Martos en el homenaje al poeta José Watanabe, en junio de 2007.
Nacimiento PiuraBandera del Perú Perú
Alma mater Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad Católica del Perú
Ocupación escritor, poeta, docente

Marco Gerardo Martos Carrera (29 de noviembre de 1942) es un reconocido escritor y poeta peruano. Es considerado uno de los principales representantes de la Generación del 60 en la poesía peruana. Actualmente es presidente de la Academia Peruana de la Lengua, catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de dicha casa de estudios.

Contenido

[editar] Biografía

Marco Martos nació en el entonces Hospital de Belén de Piura. Su padre fue el huancabambino Néstor Samuel Martos Garrido (1903-1973) notable historiador y periodista. Su madre fue doña Rosa Clementina Carrera Ubillús de Martos (1907-1958), dama huancabambina que durante el siglo XX se dedicó a la educación de la niñez piurana.

Realizó sus estudios primarios en el colegio "Salesiano", una institucion educativa cuya sede estuvo ubicada en la calle Libertad, frente a la Plaza Merino en la ciudad de Piura. Poco después cuando pasaba a quinto grado, a petición de él, sus padres lo cambiaron al colegio San Miguel de Piura donde culminó también sus estudios secundarios, sobresaliendo desde entonces en los cursos de letras.

En los años 60, con su llegada a Lima, Marco Martos empieza a vislumbrar su vida poética. Ingresa a estudiar Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú; pero, impulsado por su vocación literaria, ingresa a estudiar Literatura Hispana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde conoció a la que sería después su esposa y madre de sus tres hijos, Carmen Castañeda.


Es doctor en Literatura, poeta y periodista peruano. Prolífico autor de obras poéticas, se le considera uno de los principales representantes de la Generación del 60 en la poesía peruana. Sus poemas usan un lenguaje sencillo, irónico y cotidiano para criticar la realidad en la que vive y para referirse a la soledad y al aburrimiento existencial.

En 1967 fue ganador de los Juegos Florales de Poesía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y en 1969 obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Santos Chocano. Ha participado como jurado en muchísimos certámenes de poesía, entre ellos fue Jurado del Premio Casa de las Américasen (1984).

Marco Martos, también sobresalió en ajedrez entre 1960 y 1964. En 1962 en un torneo obtuvo el primer puesto y en 1963 obtiene victorias frente a ajedrecistas chilenos. En ese mismo año el diario La Prensa de Lima sostuvo que era una lástima que Marco se dedicara a la poesía. Más tarde escribiría "Jaque Perpetuo", un poemario dedicado al ajedrez, una de las grandes pasiones de su vida.

En 1969, se presentó a un concurso organizado por La Casa de la Cultura del Perú en donde obtuvo el Primer Premio Nacional de Poesía con su libro "Cuaderno de Quejas y Contentamientos".

Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en donde luego fue decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Actualmente se desempeña como profesor principal de esta facultad y director de su Unidad de Posgrado, además es profesor en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la cual, pese a ser desconocida para muchos, se proyecta como un semillero de futuros filósofos, escritores y maestros.

Se graduó como bachiller en Letras en 1972 con la tesis "Darío y Machado: del modernismo a la literatura comprometida" y como doctor en Letras en 1974 con la tesis: "la poesía amorosa de César Vallejo en Los heraldos negros y trilce".

Su obra le ha valido un amplio reconocimiento, la cual ha sido traducida y publicada en alemán, francés, húngaro, italiano e inglés.

Desde el año 2006 es presidente de la Academia Peruana de la Lengua.

Nuevamente, en el 2010, llega a ser decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

[editar] Obras

  • Poemario Dante y Virgilio. Iban oscuros en la profunda noche. (Lima: Universidad San Martín de Porres. 2008)
  • Aunque es de noche. (Lima: Hipocampo. 2006)
  • Dondoneo. (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 2004)
  • Jaque perpetuo. (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. 2003)
  • El monje de Praga. (Lima: Hipocampo. 2003)
  • Sílabas de la música. (Lima: LIRSUR. 2002)
  • El mar de las tinieblas. (Lima: El Caballo Rojo-Atenea. 1999)
  • Al leve reino. (Obra poética 1965-1996) (Lima: Peisa. 1996)
  • Cabellera de Berenice. (Trujillo: SEA-Municipalidad Provincial de Trujillo-Casa del artista. 1991)
  • Muestra de arte rupestre. (Lima: Instituto Nacional de Cultura. 1990)
  • Carpe diem/El silbo de los aires amorosos. (Lima: CEPES. 1981)
  • Carpe diem. (Lima: Haraui. 1979)
  • Donde no se ama. (Lima: Milla Batres. 1974)
  • Cuaderno de quejas y contentamientos (Lima: CMB. 1969)
  • Casa nuestra. (Lima: Ediciones de la Rama Florida. 1965)

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos

sábado, 15 de octubre de 2011

mito de narciso

Narciso (mitología)

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Para otros usos de este término, véase Narciso.

En la mitología griega, Narciso (en griego Νάρκισσος) era un joven conocido por su gran belleza. Las doncellas se enamoraban de Narciso a causa de su hermosura, mas él rechazaba sus insinuaciones. Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco contenta respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz. Para castigar a Narciso, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.

Contenido

[editar] Versión helénica

Narciso, de Paul Dubois (1866).

Se trata de una historia moral en la que el orgulloso e insensible Narciso es castigado por los dioses por haber rechazado a sus pretendientes masculinos. Se cree que es una historia moralizante dirigida a los adolescentes griegos de la época. Hasta hace poco la única fuente de esta versión era un fragmento de Pausanias (9.31.7), 150 años posterior a Ovidio. Una versión muy similar fue descubierta en el llamado "Papiro de Oxyrhynchus" en el año 2004, una versión muy anterior a la de Ovidio en al menos unos cincuenta años.

En la historia helénica el joven Ameinias ama a Narciso pero es rechazado cruelmente por él. Como una forma de burlarse de Ameinias, Narciso le entrega una espada, que Ameinias utiliza para suicidarse ante las puertas de la casa de Narciso, mientras reza a la diosa Némesis pidiéndole que Narciso un día conozca el dolor del amor no correspondido. Esta maldición se cumple cuando Narciso se enamora de su propia imagen reflejada en un estanque e intenta seducir al hermoso joven sin darse cuenta de que se trata de él mismo hasta que intenta besarlo. Entristecido de dolor, Narciso se suicida con su espada y su cuerpo se convierte en una flor, la cual se le llamó Narciso.[1]

[editar] Versión romana

Eco y Narciso, pintura de John William Waterhouse (1903).

En la versión contada por Ovidio, la ninfa Eco se enamora de un vanidoso joven llamado Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespia. Preocupada por el bienestar de su hijo, Liríope decidió consultar al vidente Tiresías sobre el futuro de su hijo. Tiresías le dijo a la ninfa que Narciso viviría hasta una edad avanzada mientras nunca se conociera a sí mismo.

Un día, mientras Narciso estaba cazando ciervos, la ninfa Eco siguió sigilosamente al hermoso joven a través de los bosques, ansiando dirigirse a él pero siendo incapaz de hablar primero, ya que la diosa Hera la había maldecido a sólo poder repetir lo que otros decían. Cuando finalmente Narciso escuchó sus pasos detrás de él pregunta: "¿Quién está ahí?" y Eco respondió: "¿Quién está ahí?", y continuaron hablando así, pues Eco sólo podía repetir lo que otros decían, hasta que Eco se mostró e intentó abrazar a su amado. Sin embargo, Narciso rechazó a la ninfa y le dijo vanidosamente que le dejara en paz, y se marchó dejándola sola. Eco quedó desconsolada y pasó el resto de su vida en soledad, consumiéndose por el amor que nunca conocería, hasta que sólo quedó su voz.

Por lo que se refiere a Narciso un día sintió sed y se acercó a beber a un arroyo, quedando fascinado por la belleza de su reflejo, por lo que no se atrevió a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente murió contemplando su reflejo y la flor que lleva su nombre creció en el lugar de su muerte.

Eco y Narciso, pintura de Placido Costanzi.

En algunas versiones, sin duda influenciadas por la versión helénica, se dice que otra muchacha que también había sido rechazada por Narciso rezó a la diosa Némesis para que lo castigara por su vanidad. En otras versiones se dice que Narciso es atormentado en el Inframundo contemplando un reflejo que no corresponde a su amor.

[editar] Véase también

[editar] Fuentes modernas

  • Graves, Robert (1968). The Greek myths. Londres: Cassell. 
  • Calimach, Andrew (2002). Lovers' Legends: The Gay Greek Myths. New Rochelle: Haiduk Press. 
  • Gantz, Timothy (1993). Early Greek Myth. Baltimore: Johns Hopkins University Press. 
  • Kerenyi, Karl (1959). The Heroes of the Greeks. New York/London: Thames and Hudson. 
  • Sergent, Bernard (1986). Homosexuality in Greek Myth. Boston: Beacon Press. 
  • Vinge, Louise (1967). The Narcissus Theme in Western Literature up to the Nineteenth Century. 

[editar] Enlaces externos

narciso

Narcisismo

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Narciso de Caravaggio.
Un héroe beocio cuyo mito precavía a los muchachos a evitar ser crueles con sus amantes.

Narcisismo es una alusión al mito de Narciso, amor a la imagen de sí mismo.[1] Amor que dirige el sujeto a sí mismo tomado como objeto.[2]

Sigmund Freud introdujo dicho concepto en el área del psicoanálisis a través de su obra Introducción del narcisismo, noción que ya había utilizado con anterioridad en su obra, pero con una definición más difusa.

Si bien se puede aludir a una serie de rasgos propios de la personalidad normal, sin embargo el narcisismo puede también manifestarse como una forma patológica extrema en algunos desórdenes de la personalidad, como el trastorno narcisista de la personalidad, en que el paciente sobreestima sus habilidades y tiene una necesidad excesiva de admiración y afirmación.

Estos desórdenes pueden presentarse en un grado tal, que se vea severamente comprometida la habilidad de la persona para vivir una vida feliz o productiva al manifestarse dichos rasgos en la forma de egoísmo agudo y desconsideración hacia las necesidades y sentimientos ajenos.

En su uso coloquial designa un enamoramiento de sí mismo o vanidad basado en la imagen propia o ego. La palabra procede del antiguo mito griego sobre el joven Narciso, de especial hermosura, quien se enamoró insaciablemente de su propia imagen reflejada en el agua.

La psicología humanista considera que el narcisismo patológico coincide con autoestima baja o errónea.[3]

Contenido

[editar] Aspectos conceptuales

Desde el punto de vista psicológico, se puede distinguir un significado psicogenético o psicoevolutivo: el narcisismo como un escalón necesario y ubicuo del desarrollo de la personalidad. Andrew P. Morrison, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard, defiende que en los adultos, una razonable cantidad de narcisismo sano permite balancear la percepción individual de las propias necesidades en relación con los otros.[4]

Existe además el narcisismo patológico, diagnóstico de uso habitual en psiquiatría y de connotaciones negativas. Éste designa un rasgo de la personalidad, caracterizado por una baja autoestima acompañada de una exagerada sobrevaloración de la importancia propia y de un gran deseo de admiración por los demás. En la DSM-IV (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana, cuarta edición) existe un subapartado dentro de los trastornos de personalidad denominado Trastorno narcisista de la personalidad, (NPD), entendiéndose tal como una disfunción grave de personalidad.

Fuera del ámbito psicológico, los términos "narcisismo" y "narcisista" son frecuentemente utilizados peyorativamente denotando vanidad, presunción, egocentrismo o simple egocentría. Aplicado a un grupo social es frecuentemente utilizado para denotar elitismo o indiferencia a la difícil situación de los demás. En las situaciones de discusión, sin embargo, estos términos se utilizan para dibujar paralelismos entre las quejas sobre comportamientos centrados en uno mismo y el trastorno de personalidad narcisista más que hacia la autoestima sana.

[editar] El mito de Narciso

El relato más conocido sobre el mito de Narciso es el que Ovidio relató en su tercer libro de Las Metamorfosis en el año 43 a. C. La tragedia comienza a gestarse ya desde la concepción del niño Narciso, puesto que él es fruto de la violencia sexual. El dios-río Cefiso, después de raptar y violar a la náyade Liriope, engendró en ella a un joven de espléndida belleza, a quien dieron por nombre Narciso. Preguntado sobre si el recién nacido tendría una larga vida, Tiresias, el sabio capaz de predecir el futuro, contestó cripticamente «Sí, siempre y cuando nunca se conozca a sí mismo

A lo largo de su vida, Narciso, va a provocar en hombres y mujeres, mortales y dioses, grandes pasiones, a las cuales no responde por su incapacidad para amar y para reconocer al otro. Según el relato de Ovidio, entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las últimas palabras de todo cuanto se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor por él, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando Narciso preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco contenta respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, él le gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor. Tentado por Afrodita, al contemplar su imagen en el espejo de la superficie del agua, sintió una fascinación por su propia imagen de la que no pudo sustraerse. No podía tocar ni abrazar al ser que veía reflejado en el agua, pero tampoco podía apartar su vista de él. En otra versión del mito, uno de los menospreciados por Narciso se queja a los dioses y Némesis, la diosa de la venganza, se encarga de castigar su orgullo.

De cualquier modo, Narciso, subyugado por la bella imagen de sí mismo que le devolvía el río, se retrajo de toda posible relación amorosa con otros seres, e incluso de atender sus propias necesidades básicas, y su cuerpo se fue consumiendo para terminar convertido en la flor narciso, una flor tan hermosa como maloliente. Mientras tanto, Eco, consumida de melancolía, se retiró a una cueva donde su cuerpo también se consumió, quedando de ella solo una voz sin forma que repite, en la lejanía, la última frase o sílaba que se pronuncie.

[editar] El narcisismo en el psicoanálisis

Artículo principal: Narcisismo (psicoanálisis)

El neurólogo austríaco Sigmund Freud (1856-1939) y padre del psicoanálisis, introdujo el concepto de narcisismo en su ensayo de 1914 Introducción del narcisismo.[5]

En psicoanálisis se entiende por narcisismo una forma de estructuración de la personalidad, y una etapa del desarrollo del ser humano. Distinguen los psicoanalistas dos tipos: el narcisismo primario de los primeros meses de la existencia y donde el niño dirige toda sus energías a la satisfacción de sus necesidades. De una manera general, se refiere, con el término de narcisismo primario, al momento en que el niño se toma a sí mismo como objeto de amor, antes de elegir objetos externos. Todo su erotismo y/o energía libidinal es autodirigida y el mundo exterior no existe.

El narcisismo secundario, es un concepto que refiere en la extensa obra freudiana a dos ideas distintas:

  • a) Una forma de designar estados mentales patológicos (narcisismo esquizofrenico, por ejemplo, o en la «neurosis narcisista», que es modo como Freud denominó inicialmente las psicosis, también a lo que hoy se llamaría depresiones mayores o endógenas) donde la investidura libidinal que previamente estaba puesta en objetos recae ahora, regresivamente sobre el yo;
  • b)Una estructura estable (Yo realidad definitivo), donde no hay psicosis, porque existe equilibrio desde el punto de vista económico (flujo de energía psíquica libidinal). Las investiduras (catexis) estarían repartidas armónicamente entre los sistemas y los objetos; desde el punto de vista tópico se puede afirmar que el componente estructural «ideal del yo» y superyó definitivo, se generan a partir del llamado sepultamiento del Complejo de Edipo.

[editar] Narcisismo patológico

[editar] Epidemiología

Se estima que en la población general la prevalencia a lo largo de la vida es del 1%, y en las poblaciones clínicas está entre el 2 y el 16%. Entre el 50 y 75% de las personas diagnosticadas son varones.

[editar] Fisiopatología clínica

Resulta desconcertador para muchos el hecho de que el narcisista suele exhibir una aparente autoestima formidable, y socialmente aparece como una persona muy segura, sabedora de lo que quiere y completamente resuelta. En realidad con ello el narcisista está camuflando su vacío interno, su carencia real de autoestima. En la infancia temprana de estos individuos se encuentra a menudo una actitud indiferente o minusvaloradora por parte de sus progenitores, lo cual les deja una inseguridad que tratan de compensar por medio de una autoevaluación exagerada, irreal e inflada, (Baumeister, 1996). Algunos clínicos explican la personalidad narcisista sobre la base de una carencia emocional temprana producida por una madre emocionalmente fría o indiferente, o con una agresividad encubierta hacia su hijo, (Piñuel, 2007). La consecuencia es que los narcisistas necesitan mirarse continuamente en el espejo de los demás para saber quiénes son, y al descubrir una pésima imagen de ellos mismos se ven en la necesidad de ocultarla y esconderla. Desarrollan entonces en compensación una imagen artificialmente sobrevalorada hasta lo patológico. Las personas inteligentes, sanas, que se percatan de la artimaña, o que simplemente son más valiosas o agraciadas que ellas se convierten entonces para el narcisista en una amenaza para esa imagen artificial con la que el narcisista sustenta su autoestima, por lo que su comportamiento con ellos es manipulativo, y cuando la manipulación no surte efecto, perseguidor.

Los sujetos narcisistas poseen una autoestima muy vulnerable, siendo por esto muy sensible al "ultraje" de la crítica o la frustración; en relación con esto, las críticas pueden llegar a obsesionarles y hacer que se sientan hundidos y vacíos. Otro síntoma es el deterioro de sus relaciones sociales como consecuencia de su pretenciosidad y necesidad constante de admiración. Otro síntoma es la incapacidad para arriesgar nada por la posibilidad de frustración que ello conlleva.

En el ámbito social los narcisitas naufragan. Las demás personas sólo cuentan para ellos como posible fuente de gratificación, devolviéndoles la imagen de sí mismos cuya carencia les atormenta y que anhelan insaciablemente. Por ello suelen elegir profesiones que les proporcionen notoriedad social, reconocimiento o incluso fama.

[editar] Interpretación psicoanalítica

Desde el punto de vista freudiano de la psico-patología, la estructuración de una personalidad narcisística, implica una detención o fijación del desarrollo de la persona a etapas infantiles de profunda gratificación, o en una regresión del individuo a estos períodos, por su incapacidad para tolerar y enfrentar los retos y fracasos que la maduración y la vida le imponen (cf. André Green).

[editar] Rasgos de la personalidad narcisista

La personalidad narcisista se caracteriza por un patrón grandioso de vida, este se expresa en fantasías o modos de conducta que incapacitan al individuo para ver al otro. Su visión de las cosas es el patrón al cual el mundo debe someterse. Para los narcisistas el mundo se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles, auto-generados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren a él o ella, deben ser vistas con admiración y se emborracha en la expresión de las mismas. Hay en el Narcisista una inagotable sed de admiración y adulación. Esta necesidad lo incapacita para poder reflexionar tranquilamente y valorar serenamente la realidad. Vive más preocupado por su actuación, en cuanto al efecto teatral y reconocimiento externo de sus acciones, que en la eficacia real y utilidad de las mismas. En resumen, las personas narcisistas, aún cuando pueden poseer una aguda inteligencia, esta se halla obnubilada por esa visión grandiosa de sí mismas y por su hambre de reconocimiento. Llama la atención, entonces, cómo muchas personas pudiendo ser exitosas, productivas y creativas, someten su vida a aduladoras mediocridades. Cuando los narcisistas ejercen posiciones de poder, se rodean de personas, que por su propia condición, son inferiores a él o ella, y de otras, que le harán la corte solo en función de un interés mezquino. Ellas, drogadas por su discurso auto-dirigido, no son capaces de reflexionar y escuchar lo que el mundo externo les grita.

En la otra cara de la moneda, la personalidad narcisista es, en sí misma, una forma de supervivencia. Hemos visto en el mito cómo Narciso es el producto de una acción terrible. La personalidad narcisista nace de una violencia, de un terrible trauma, de una herida inferida al individuo en sus primeras etapas del desarrollo o antes, cuando la herida es la madre y ella trasmite al hijo su resentimiento, su dolor, su rabia y su temor. Se refugia, el traumatizado, en su propia imagen de grandiosidad, ello le permite elevar su maltrecha auto-estima y sentirse un poco mejor consigo mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asila en la admiración y la adulación de quienes lo circundan.

El narcisista es una persona que puede ser muy exitosa, en cuanto al brillo externo se refiere. Él no se plantea dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, sean estas brillantes o no. Así vemos cómo personas con una inteligencia mediocre y una cultura pobre, escalan posiciones sorprendentes, para ellas el recapacitar no existe. Aún las más insulsas ideas son expresadas con un espíritu mesiánico, se enamoran de las ideas de otros y las hacen propias sin la más mínima consideración moral ni ética. Estos últimos logran capitalizar a una horda de Narcisistas depresivos que creen, ingenuamente, en la verdad expresada por el pseudo-maestro. Ellos lo seguirán fielmente, no importa cuán errado esté:

"Sobre la pena duermo solo y uno, pena es mi paz y pena mi batalla, perro que ni me deja ni se calla, siempre a su dueño fiel pero importuno."

escribe Miguel Hernández, retratando esta suerte de personalidad del narcisista depresivo, siempre fiel, signada por la tristeza derrotada, que busca, con más ahínco que éxito, alguien en quién creer, alguien en quien confiar el remedio a sus miserias. De estas melancólicas soledades esperanzadas se nutre el Narcisismo. La simbiosis se completa con la satisfacción a medias, con un hueco de hambre y sed, que nunca se llega a colmar.

El recurso de la mitología nos brinda la imagen para la comprensión de la conducta y el mito de Narciso es concluyente en la terrible frase del oráculo: "El niño tendrá larga vida si nunca se observe a sí mismo." Así en la no reflexión es donde puede sobrevivir este personaje. Sin embargo, Narciso, en castigo a su ser desalmado, es transformado en una planta que da unas flores muy bellas, de olor nauseabundo, y estéril de fruto y nos dice el mito que en este tipo de personas hay, a pesar de su apariencia, algo que huele muy mal.

[editar] Criterios diagnósticos del trastorno narcisista de la personalidad (TNP)

La DSM-IV divide los trastornos de la personalidad en tres grupos basándose en la similaridad de los síntomas. Esta agrupación categoriza al trastorno narcisista de la personalidad dentro del grupo B,(trastornos o desórdenes dramáticos, emocionales, o erráticos), de trastornos de la personalidad. Estos trastornos de personalidad tienen en común un sentimiento excesivo de la propia importancia. Así se incluyen también en este grupo el trastorno límite de la personalidad, el trastorno histriónico de la personalidad y el trastorno antisocial de la personalidad.

Sin embargo, la ICD-10 (Clasificación Internacional de Trastornos Mentales y de Comportamiento, publicada por la OMS en Ginebra, en 1992) considera al Trastorno Narcisista de la personalidad(TNP) como "un trastorno de personalidad que no encaja en ningún subapartado específico", y relega a la categoría conocida como "Otros trastornos específicos de personalidad", que incluye también a los trastornos de personalidad excéntrico, "inquieto", inmaduro, pasivo-agresivo, y psiconeurótico.

El TNP se caracteriza por un patrón generalizado de grandiosidad (en la fantasía o en el comportamiento), necesidad de admiración y carencia de empatía, con un comienzo en la adultez temprana y presente en una variedad de contextos, indicado por cinco (o más) de los siguientes:

  1. Tiene un sentido grandioso de su propia importancia
  2. Le absorben fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza, o amor ideal
  3. Se considera especial y único, y sólo puede ser comprendido, y sólo debería asociarse con otras personas especiales o de alto estatus personal o institucional.
  4. Requiere excesiva admiración (Es un síntoma que denota una baja autoestima y una gran preocupación por hacer bien el trabajo y por cómo son vistos por los demás).
  5. Tiene un gran sentido de sus propios derechos. Piensa que se le debe todo. Tiene un sentido de "categoría" con irrazonables expectativas de un trato especialmente favorable o de una aceptación automática de sus deseos.
  6. En sus relaciones interpersonales es explotador. Se aprovecha de los demás para conseguir sus propios fines (esperan que se les dé todo lo que deseen, sin importar lo que ello suponga para los demás, y pueden asumir que los demás están totalmente interesados en su bienestar).
  7. Carece de empatía y es reacio a reconocer o identificar las necesidades y sentimientos de los demás.
  8. Es frecuentemente envidioso de los demás o cree que los demás le tienen envidia (pueden llegar a devaluar a personas que hayan recibido una felicitación al pensar que ellos son más merecedores de la misma).
  9. Muestra actitudes y comportamientos arrogantes y altivos o prepotentes.

Wyatt y Hare, en 1997 establecen:

"Clínicamente hablando, cualquier persona socialmente disfuncional que se siente autorizada a usar su poder para controlar a otras personas por las que se siente amenazada, o que vive una fantasía pretenciosa, en lugar de en la realidad, y que se ve a sí misma consistentemente como superior a sus compañeros y anhela ser reconocido como tal, reúne los requisitos del denominado trastorno narcisista de la personalidad"

Por su parte Roy Baumeister, (1996), en su estudio sobre la violencia psicológica, estableció que en la raíz de la mayoría de las agresiones psicológicas se encuentran, de manera sistemática, individuos que presentan rasgos de una personalidad narcisista.

[editar] Teorías sobre el Trastorno Narcisista de la Personalidad y la vergüenza

Se ha sugerido que el TNP puede estar relacionado con mecanismos de defensa de la persona frente a la vergüenza[6]

Gabbard sugiere que el TNP puede ser subdividido en dos subtipos.[7] Observó los del tipo "inadvertido", (oblivious) con un comportamiento caracterizado por grandiosidad, arrogancia e inmutabilidad frente a la crítica ajena como a los sentimientos de los demás. Distinguió, además, un subtipo "hipervigilante", como vulnerables, hipersensibles y avergonzados. Sugirió que los sujetos del tipo inadvertido presentan un ego grande, poderoso y grandioso en espera de ser admirado, envidiado y apreciado, lo cual está en antítesis con el ego debilitado e internalizado que se esconde en un estado general de vergüenza, del cual el sujeto quiere defenderse. Sin embargo, en el subtipo hipervigilante, el sujeto, en lugar de defenderse contra el sentimiento de devaluación, está obsesionado con él, neutralizando esta sensación viendo a los demás como abusadores injustos.

Jeffrey Young, que acuñó el término "Terapia de los Esquemas", (encuadrada en la Terapia racional emotiva conductual) una técnica originalmente desarrollada por Aaron T. Beck (1979), también relaciona la vergüenza con el TNP. Él ve al llamado Esquema Defectivo como un esquema nuclear en el TNP, próximo a los Esquemas de Deprivación Emocional y de Derechos, (Entitlement).[8] El Esquema Defectivo se compensa con tres modos de esquema:(estrategias de emulación):

  • Rendición: Escoge acompañantes críticos o significativos. Esto le coloca en una situación de inferioridad.
  • Evitación: Evita compartir pensamientos y sentimientos "vergonzosos" con los acompañantes o personas significativas por temor al rechazo.
  • Sobrecompensación: Se comporta de una forma crítica o superior con los demás. Trata de superarlo mediante el perfeccionismo.

Debe notarse que un individuo con este esquema puede no emplear los tres esquemas.

[editar] Aspectos sociales e implicaciones sociopolíticas de la patología narcisista

En psicología, la ontogenia remeda a la filogenia, y lo que es del individuo puede ser trasladado sin mayores dificultades a la sociedad; ya decían los alquimistas que "lo que está arriba está abajo" y que"lo que está adentro está afuera." Así podemos especular que lo que ocurre en el desarrollo del individuo también ocurre en el proceso de formación de las sociedades.

Siguiendo nuestra línea de pensamiento, las sociedades pasan por una etapa de narcisismo primario, como cuando las hordas bárbaras, invadiendo a Europa, se interesan sólo en sus necesidades instintuales, no reconocen al otro o a los otros y pasando a fuego y cuchillo por encima de pueblos y civilizaciones, las destruyen. Siendo estos últimos pueblos, posiblemente más sofisticados, se plantean dudas y son incapaces de entender la violencia desatada por las necesidades aniquilatorias de los más primitivos, esto signará su destino.

Por otra parte, diversos filósofos y sociólogos, han caracterizado la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI como una época 'narcisista'. Esta caracterización se refiere a algunas características de lo que también ha dado por ser llamado 'posmodernidad': ante el fracaso de la mayoría de las estructuras sociales de la modernidad, y especialmente después de las 2 guerras mundiales, parece que Occidente entró en un proceso de metamorfosis, conducido por un proceso de personalización, en el que el narcisismo juega un papel clave.

Especialmente, sociólogos como Christopher Lasch o Gilles Lipovetsky, han dedicado libros enteros a las nuevas características sociales de la posmodernidad, entre las cuales están: cultura del yo, expresivismo y énfasis en la exteriorización de la persona, desierto social y pérdida del sentido, indiferencia ante cualquier realidad que implique tomar postura, apatía total de la juventud, disolución de la política y preferencia por el ámbito privado en todos los sentidos, sobreinformación, consumo, democratización del conocimiento, y muchos otros factores que hacen posible hablar de la posmodernidad como una época 'narcisista' pues, a través del excesivo culto al yo, la identidad personal y su afirmación está muriendo: en la medida en que todos los procesos se democratizan y se da un énfasis tan terrible a la afirmación del yo genuino, éste temrina por diluirse en una multitud de 'yoes'.

[editar] Narcisismo colectivo

Freud, en "La civilización y sus descontentos" enuncia: "Es posible reunir a un considerable número de gente en amor mutuo, siempre que haya otra gente dejada fuera para recibir las manifestaciones de su agresividad"

Y Erich Fromm, en "Anatomía de la destructividad humana" dice:

"El narcisismo colectivo es una de las fuentes más importantes de agresión humana y sin embargo, como todas las demás formas de agresión defensiva, es reacción a un ataque contra intereses vitales. Difiere de otras formas de agresión defensiva en que el narcisismo intenso en sí es un fenómeno semipatológico. Considerando las causas y la función de sangrientas y crueles matanzas en masa como las ocurridas entre hindúes y musulmanes en el momento de la partición de la India o recientemente entre los musulmanes bengalíes y sus gobernantes paquistaníes, vemos que el narcisismo colectivo desempeña ciertamente un papel considerable, cosa nada sorprendente si tomamos en cuenta que nos las habemos con las poblaciones virtualmente más pobres y miserables del mundo entero."

En su libro "Desórdenes de la personalidad en la Vida Moderna", Theodore Millon y Roger Davis afirman que el narcisismo patológico está reservado a "los nobles y los ricos", y que "parece haber ganado prominencia sólo en el siglo XX". De acuerdo con ellos, el narcisismo podría estar asociado con niveles superiores en la escala de necesidades de Maslow. Según ellos "Los individuos de naciones menos adelantadas.... están demasiado ocupados tratando (de sobrevivir)...para comportarse de una forma arrogante y grandiosa".Sin embargo, en opinión de Sam Vaknim (Malignant self-love) el narcisismo es un fenómeno ubicuo debido a que cada ser humano, independientemetne de la naturaleza de su sociedad y su cultura, desarrolla un narcisismo sano tempranamente en su vida. El narcisismo sano se convierte en patológico cuando se produce el abuso, y el abuso es un comportamiento humano universal. Por "abuso" entiende el rechazo a reconocer las fronteras emergentes del individuo. La represión, la hiperprotección, y las expectativas excesivas son conductas tan abusivas como el maltrato físico o el incesto.

[editar] Véase también

[editar] Referencias

  1. Laplanche, Jean & Pontalis, Jean-Bertrand (1996), Diccionario de Psicoanálisis, traducción Fernando Gimeno Cervantes. Página 228. Barcelona: Editorial Paidós. ISBN 978-84-493-0256-5.
  2. Roland Chemana y Bernard Vandermersch (1998, 2004), Diccionario de Psicoanálisis. Página 438. Buenos Aires: Amorrortu Editores. ISBN 978-950-518-105-6.
  3. Nathaniel Branden. The psychology of self-esteem: a new concept of man's psychological nature. 1981.
  4. Morrison, Andrew. Shame: The Underside of Narcissism, The Analytic Press, 1997. ISBN 0-88163-280-5
  5. Freud, Sigmund, Introducción al narcisismo en: Obras Completas, Vol. XIV, Amorrotu, B. Aires, 9ª Edición, 1996. (Traducción del alemán por José Luis Etcheverry, título original: Zur Einfuhrung des Narzissmus(1914) ISBN 950-518-590-1.
  6. Wurmser L, Shame, the veiled companion of narcissism, in The Many Faces of Shame, Nathanson DL. New York, Guilford, 1987, pp 64–92
  7. Gabbard GO, subtypes of narcissistic personality disorder. Bull Menninger Clin 1989; 53:527–532
  8. Young, Klosko, Weishaar: Schema Therapy - A Practitioner's Guide, 2003, Page 375

[editar] Bibliografía

  • Sigmund Freud. Obras completas. Volumen XIV: Trabajos sobre metapsicología, y otras obras (1914-1916), «Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico». Capítulo II: Introducción del narcisismo (1914). Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1979. ISBN 978-950-518-590-0
  • André Green. Narcisismo De Vida, Narcisismo De Muerte. Amorrortu, 1999. ISBN 950-518-478-6
  • Gilles Lipovestky. La era del vacío. Editorial Anagrama, 1986. ISBN 84-339-6755-X
  • Christopher Lasch. La cultura del narcisismo. Editorial Andrés Bello, 1999. ISBN 84-89691-97-5
En inglés
  • Baumeister, R. F. et al, (1996) "Relation of threatened egotismo to violence and agression: the dark side of high self-esteem" Psichological Review, 103, (1), pp 5-33
  • Jean M. Twenge and W. Keith Campbell, The Narcissism Epidemic. Living in the Age of Entitlement. Free Press. New York (2009). 339 págs.

[editar] Enlaces externos

Herramientas personales
Espacios de nombres
Variantes
Acciones