El escritor que nadie ve
Desde hace cinco años, Ernesto Sábato no aparece públicamente. Recluido en su casa, el escritor argentino parece que cumplirá con esa sentencia que dio: "De aquí me sacan en cajón, Santos Lugares es mi patria chica".
Oficialmente Ernesto Sábato está vivo. La ruta para llegar a la casa del Premio Cervantes está abierta a cualquier transeúnte: de la Estación de Retiro, en el centro de Buenos Aires, se toma un tren con dirección al oeste. Son siete estaciones hasta llegar a Santos Lugares, territorio en donde reside desde el año 45. Hasta allí han peregrinado fanáticos de su obra y periodistas en busca del escritor. Pero ninguno de ellos ha podido verlo. Ni oírlo. Al menos, desde hace cinco años, todo aquel que va en su búsqueda regresa sin respuesta. A sus 99 años, su presencia es casi como la fe: se sostiene y se proyecta sin que ninguno haya experimentado un encuentro con él.
Si no fuese por lo que se sabe y se escucha, tanto en Santos Lugares como kilómetros más allá, Sábato no existiría. La rutina del escritor argentino dice que se despierta antes de las ocho y se acuesta a las nueve; en esas trece horas, pinta, escucha fragmentos de sus libros de la boca de las dos enfermeras que lo cuidan, y se alimenta de comida blanda. Como cualquier hombre que llega hasta esa edad. En la semana, recibe la visita de un doctor, de su asistente, de su secretaria Elvira y de Mario, su único hijo vivo que lo retrató en un documental en donde se le ve caminar por su natal Rojas: "Quería que sus nietos y bisnietos sepan quién es, ya que ellos en el futuro solo van a conocerlo por las estatuas y por el nombre de una calle [...] Mi padre es mucho más que un literato. Es un símbolo, un ícono, representa muchas cosas que la gente valora [...] Tampoco fue muy feliz. Y las veces que fue feliz, lo fue a pesar de sí mismo. Él viene de una generación con una idea romántica de la tristeza, del drama", declaró al diario "Página 12" de Argentina.
Su otro hijo, Jorge Federico, falleció en un accidente automovilístico en el 95; tres años después, se iría su esposa Matilde, quien murió de arteriosclerosis. Un año más tarde, Sábato escribiría "Antes del fin", un libro de memorias marcado desde el inicio por la tragedia. La suya fue una vida signada por el fallecimiento de su hermano Ernesto, ocurrida el mismo día de su nacimiento: 24 de junio. Por eso lleva su nombre. Aunque en ese hecho, no radica su pesimismo: "Yo espero mucho del mundo y del hombre, y me decepciono constantemente. Eso me entristece y me deprime pero soy un luchador, un pesimista vital, no me quedo con los brazos caídos, salgo de mi pozo una y otra vez para luchar". Eso ha afirmado el escritor años atrás. Y ha luchado, ante todos, como cuando fue a una feria del libro de Buenos Aires, quizá una de sus últimas apariciones, y dijo algo así como: "Me han traído hasta acá. Mi hijo ha muerto, mi esposa está enferma, ¿Qué quieren que les diga?". Y se escuchó un grito desde el público en señal de apoyo.
"Cuando he estado muy deprimido, o no he escrito, o lo que he escrito lo he quemado. A veces me he arrepentido, otras no. Mis novelas, las que se han publicado, se salvaron gracias a mi mujer. Todo creador lo que ansía es la perfección", ha profundizado en más de una vez sobre la depresión y la feroz crítica consigo mismo, que lo ha llevado a sacar a la luz solo tres novelas.
La pregunta cae sola: ¿Por qué pedirle más a este autor cuya última novela, "Abaddón el exterminador", está fechada en 1974? ¿Para qué robarle más palabras si las ha dicho todas en sus ficciones y ensayos, el último escrito en el 2004 y titulado "España en los diarios de mi vejez"? ¿Por qué sacarlo de la sombra donde permanece recluido? "Por el lado de los nuevos escritores, Sábato no es parte del 'canon' actual ni pertenece a los autores rescatados y reivindicados luego de un largo olvido (como sí ocurrió con Ezequiel Martínez, Osvaldo Lamborghini, Ricardo Zelarrayán, entre otros)", afirma Fernando de Leonardis, editor de Planeta Argentina.
Si bien su célebre obra, "El túnel", forma parte de la bibliografía, si no obligatoria al menos recomendada, de los colegios e inclusive hay ediciones de ese libro con guía para estudiantes y guía de trabajo para docentes, y casi todo argentino lo ha leído y seguro disfrutado. Hace décadas que titulares en la prensa como "Ernesto Sábato, venerado por los jóvenes" o "El escritor más querido" han sido dejados de lado. Herederos literarios, no tiene. "Yo, al menos, no conozco autores que estén en la senda de Sábato. Y, respecto a las ventas, no es un autor que se venda mucho tampoco", dice Ana Mazzoni, de la librería bonaerense Eterna Cadencia.
Más allá de los números en las ventas, es cierto que Sábato tiene seguidores en diversos sectores, tal como señala De Leonardis: "Su discurso literario es apto para el consumo de las sociedades 'democráticas', literatura poco comprometida políticamente con los bordes y que puede ser leída por una ama de casa de clase media baja, una elegante señora aristocrática, una mamá profesional y un papá industrial". A puertas de su centenario, el editor de Planeta Argentina, casa que publica la obra de Sábato bajo el sello Seix Barral, confiesa que hasta ahora no han preparado ningún homenaje por sus 100 años. A este paso, lo más probable es que la prensa centre más su atención en ese 24 de junio como el día en que Lionel Messi cumplirá 24 años; y quizá, solo algunos de sus lectores más fieles se dirijan hasta su casa en la calle Severino Langeri, y al tocar el timbre y no encontrar respuesta, comprueben que Ernesto Sábato está vivo oficialmente. Y no hay que pedirle más.
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